El siguente es un texto que escribí hace unos 4 años, lo conseguí hoy en mi desktop y me da nota re-postearlo. Seguro debe estar flotando por mi antiguo blog (el space de msn mwahahaah!). Enjoy!
A medida que caminaba hacia el comedor pude observar el plato donde se encontraba un jugoso bistec, decidí no darle mucha atención y continué mi camino hacia mi asiento correspondiente. Fue al momento de sentarme que comencé a sospechar que algo no andaba bien, ¿¿¿Acaso ese rudo y poco cocinado bistec iba a aceptar dejar de ser vaca con tanta facilidad??? ¿¿No iba a buscar venganza, en aquel cuyo deseo fue el desencadenante de su abandono a la pradera?? Por supuesto que sí y la venganza iba a ser conmigo.
Comencé a incrustar mis dientes en los pedazos d bistec que iba cortando, me acompañaba con un poco d aquella inocente pasta que sobraba de ayer. Fue en ese momento de distracción con la pasta que el bistec decidió evolucionar uno d sus nervios para estar perfectamente sujeto con un pedazo considerablemente grande cortado por mi cuchillo.
Había caído en la trampa, ¡¡como el propio estúpido!! No presentí la venganza de esta vaca. Ya era muy tarde para los arrepentimientos, uno de los pedazos d vaca ya estaba en mi garganta y estaba fuertemente agarrado del otro cuyo umbral está lejano del de mi sistema digestivo. Se generó un puente entre dos mundos q no debería generarse, comencé a sentir nauseas, la falta de respiración y tuve q tomar una decisión: tragar y romper con mi esófago el cordón q unía estos nunchacos de carbohidratos o regurgitar. Por cuestiones de ética escogí la primera opción.
Tan astuto fue ese bistec q no uso un nervio para unir los pedazos sino un ligamento. Ahora si estaba en aprietos, el pedazo estaba mas al fondo que antes y su gemelo en la punta d mi boca. Ya no podía vomitar ni tratar de devolver la comida, era hora de hacer lo q cualquier ser humano con dos dedos de frente hubiera hecho desde el principio: me trague el otro pedazo de carne. Y pase por medio de mis amígdalas esa gigantesca porción de carne, caí de rodillas al piso y con ojos de venganza miré al mal nacido bistec.
Su empanizado de pan rayado seria el ultimo traje que usaría en su corta existencia, debido a que culminé mi misión y a pesar de que muchos dirán que fue un almuerzo para olvidar me dio muchas razones para que cada vez que vea una vaca pueda decir: “me la como viva”.
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