Caracas no es una ciudad fácil de vivir. La mayoría de los percances que ocurren no nos dejan poder sacar ventaja, pero creo que antiayer pude aprovecharme del desastre que es este pueblo hecho Capital.
Estaba devolviéndome de Catia, de un trabajo que le estaba haciendo a un cliente (Catia, a la altura de Gato Negro, la zona no es tan fea. No crean que soy un sicario de barrio) y me tocaba devolverme por la autopista alrededor de las 12 del mediodía. El ejército venezolano se encontraba pintando de amarillo las barandas —sí, el ejército— y yo no puedo negar que soy un animal de instintos, disfruto comer al mediodía.
A mi lado se encontraba mi comida, esperando dentro de su envase, un pabellón criollo. La cola era considerable y el hambre me amedentraba con fuerzas. Decidí comer en el carro. Lo único que me hizo dudar no fueron las leyes, sino la falta de una bebida para bajar mis bocados. En un abrir y cerrar de ojos, la cola se vio invadida por los vendedores ambulantes, que me ofrecieron una variedad de líquidos y productos.
Paré a uno de los vendedores, le pedí una Coca Cola Light y un cocosete, necesitaba un postre. Procedí a comer, en medio del tráfico, con mi aire acondicionado a full mecha, música de fondo a buen volumen y el centro de Caracas dibujándose en el paisaje. Los avances los controlaba recostando mi rodilla en el volante y sin lugar a dudas tuve un almuerzo digno de un rey del siglo XXI, en algunos momentos a más de sesenta kilómetros por hora.
Mejor que comer en un avión, más espacio. Mejor que un tren, más música. Y a la altura de los buenos restaurantes que ofrecen grandes ventanas y un buen aire acondicionado para no dejar que el calor te haga sudar tu plato. Pude haber hasta lanzado la lata al Guaire si me hubiera dado la gana, cepillarme los dientes y escupir en la carretera, o comprar drogas de algún vendedor ambulante. En este país no hay límite ni ley que valga.
Detalles así hay por montones, detalles de una ciudad sin ley como es Caracas. Cometí dos crímenes: comprar a un comerciante ilegal, manejar con las rodillas; capaz si botaba la lata me daban cadena perpetua en otros paises.
Siempre he pensado que hay una diferencia entre tercermundismo y supervivencia, el problema es que no sé dónde empieza uno y el otro termina.
buenochao!
2 comments:
Coñ yo quería dedicarle un post y todo a esos militares pintando de amarillo las barandas en pleno mediodía pal regreso de Chávez. Que vaina tan triste.
Ze
Exigo cambiar todas las referencias a Caracas por el nombre más correcto de Caraquistán.
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