Esa página cambió mi vida. Así de simple.
Era el año 2003 cuando en una librería se encontraba una novela gráfica llamada The Dark Knight, yo tenía 15 años y pensaba que el mundo estaba establecido por reglas inmutables a las cuales teníamos que apegarnos. Creo que se día entendí que todo lo que me rodea se puede modificar.
¿Pero Cristian, qué tienes que ver Batman estrellándose en un carro de carreras con la creatividad? Preguntó Nadie. La respuesta: todo.
En mi mente Batman nunca había manejado un carro de carreras porque nadie me había dicho que podía. Batman no maneja carros de carreras ... hasta que yo decido que maneja un maldito carro de carreras. Batman no existe. Las ideas no son propiedad de nadie, son originales de alguien y al materializarse se vuelven una marca o un producto que sí tienen dueño, pero si yo puedo imaginar que Batman maneja un carro de carreras, puedo hacer lo que se me venga en gana. Esa fue la primera lección de esa página. La segunda fue mucho más interesante.
Pero Batman (Frank Miller) me enseño algo mucho más genial en unos cuantos cuadros de un cómic: vive tu vida como se te venga en gana. Y lo explica a través de la muerte.
Batman es un badass, así de sencillo, y él decide cómo va a morir, y no piensa morir en medio de una carrera de Fórmula 1 rodeado de periodistas y fotógrafos. Batman se muede pateandole el culo a Superman, explotando una prisión, o lanzándose de un último piso de un rascacielos junto al Guasón antes de que detone una bomba. Batman escoge cómo va a morir, siendo Batman. Así es como empieza su historia. Lo mismo tenemos que hacer nosotros, pero no decidiendo cómo vamos a morir, sino cómo vamos a vivir.
Nadie puede usar tu cerebro, y como nadie puede usar tu cerebro, puedes pensar lo que se te venga en gana, igual que yo. Posiblemente esto sea muy forzado y no lo que quería expresar Miller, pero yo lo entendí de esa manera.
Así que ... gracias, Batman.
buenochao!
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