Feb 9, 2014

Where The Cool Kids Are

Hay un punto en la vida que la gente te dice lo que tienes que hacer, cómo comportarte y demás. Luego está el punto donde decides hacer exactamente lo opuesto. En el proceso terminas haciendo lo que te dicen de todas formas. Formas parte de la contracultura.

Todos pasamos por etapas y generamos prejuicios sobre la forma de  vid de todo el mundo. Durante unas épocas tenemos que ir a discotecas, luego tenemos que dejar de ir a discotecas y luego tenemos que comenzar a viajar como dementes. Y es ahí donde caemos en el nuevo ciclo infinito de la popularidad.

Pasamos de criticar a los que van a discotecas a volvernos los elitistas del entretenimiento. Exigimos a la gente que viaje visitando museos, que atiendan a eventos culturales y que de alguna forma compensen las neuronas que mataron con alcohol en sus 20s mediante aburrimiento infinito y los espacios contemplativos de paises sobre los que no conocen una mierda.

No caigamos en el Reductio Ad Hitlerum de hablar de la palabra balance. Me pregunto en qué década de mi vida estará perfectamente aceptado pasar todo el puto fin de semana viendo películas y jugando videojuegos sin hacer pensar a mis amigos que estoy desperdiciando mi vida por no montarme en un tren a Figueres a visitar el Museo de Dalí.

Quedarte en tu casa un viernes por la noche en un maratón de películas de David Lynch no tiene nada de malo así lo hagas solo, con tu pareja o con Will Smith. Así como tampoco lo tiene no viajar a Tailandia para hacer turismo espiritual con monjes y tomarse fotos con tigres si es lo que crees que te hará feliz. No todo el mundo haya la felicidad en un atardecer sobre los Himalayas, algunos la hayan en un iPad de última generación que les permitirá comunicarse mejor con sus familiares, ver películas, leer o simplemente perder el tiempo jugando con una simulación física de pajaritos.

La verdad es que todo lo que hagas para ser feliz es válido mientras no te hagas daño tú, a los demás y no lo hagas simplemente para impresionar a todo el mundo. Y no es una cuestión de aislarse, porque si haces algo que te hace feliz la gente vendrá. No sé cómo, pero llegan. Y nunca vas a ser feliz hasta que lo compartas con los demás, tal como dice Meteoro en aquella película de Sean Penn.

Así que la próxima vez que monten una foto en la playa con las nubes raspando el horizonte, las sombras largas en la arena, el sonido de las olas quebrando contra la roca y una botella de cerveza ocupando el 75% de la foto, sepan que mi vaso de  toddy contiene el mismo tipo de felicidad que todo su imaginario playero. Al final, la endorfina es la misma.

El dinero tal vez no compra la felicidad, pero es más fácil secarse las lágrimas si sacas la cabeza por la ventana del Ferrari. No crean que porque su felicidad sale más barato son mejores personas. Solo que pueden darse el lujo de ser felices con un sueldo de mierda mientras tengan salud.

Go now. Live your life as you may. You have but one.


Buenochao.

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